Una de las obsesiones del hombre es poder doblar cosas que siempre han sido rígidas. Ya ha conseguido hacerlo con el papel electrónico y otras pantallas flexibles que muestran imágenes luminosas fijas o en movimiento. Va siendo hora de hacer lo mismo con dos cosas muy extendidas hoy en día: el teléfono móvil y las baterías de los aparatos electrónicos.
De momento, la posibilidad que tenemos más al alcance es la batería flexible. Científicos del Instituto Politécnico Rensselaer (Nueva York) han desarrollado un prototipo de nanobatería que parece un trozo de papel negro. De hecho, más del 90% del invento está hecho con celulosa, un compuesto que se usa para fabricar todo tipo de papeles. Lo que le convierte en batería son los nanotubos de carbono que completan su composición, capaces de conducir la electricidad, a modo de electrodos casi microscópicos.
Una batería que puede doblarse y cortarse como un papel sin que deje de funcionar. Ligera, pequeña y resistente. Sus creadores afirman que soporta temperaturas entre +150 y -75 grados centígrados, ya que el electrolito que usa para transportar la energía no necesita ser disuelto en agua. De esta manera, los márgenes de evaporación y congelación se amplían considerablemente. Además, esta batería podría aprovechar la sangre humana o el sudor para obtener energía (de un modo similar a esa batería que se alimenta de azúcar).
El invento está protegido por patente, y sus desarrolladores piensan que podría usarse en los “gadgets del mañana”, con la ventaja de que las baterías se amoldan a cualquier forma, ahorrando peso y espacio.
¿Quién sabe si uno de esos aparatos del futuro será otro de estos productos flexibles, el teléfono móvil flexible diseñado por Roman Kriheli? Es solo un concepto, es decir, no hay ningún prototipo fabricado todavía. La idea consiste en encerrar los chips del teléfono dentro de una carcasa de plástico flexible. Los chips estarían “conectados” a la carcasa a través de una de serie de moléculas, llamadas polímeros, que harían de puente de unión.
Su diseño, a medio camino entre el Nokia Scentsory y el CUin5, se asemeja a una especie de barquito de papel, con una pantalla de 2,75 pulgadas (433 x 266 píxeles de resolución) y teclas que pueden cambiar de posición a través de impulsos eléctricos. Según su creador, “no es una tecnología de cuento de hadas”, ya que su funcionamiento se basa en una tinta electrónica, desarrollada en 2003 por Robert Hayes y Johan Feenstra, de los Laboratorios de Investigación de Philips en Eindhoven (Holanda).
Lo de la batería parece más creíble que lo del móvil, y además tiene una base científica más firme. Sin embargo, ambos casos son ejemplos de cómo la tecnología encuentra nuevas aplicaciones que funcionan casi por arte de magia. Veremos si alguno de los dos proyectos llega a buen puerto en un futuro, ya sea próximo o lejano.
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