Imaginaos la escena: en el medio del salón existe un elegante (o eso dicen) pebetero escultórico del que brota una llama azul que calienta el ambiente. Nada se quema salvo hidrógeno, al que se añade un poco de oxígeno para dar color al fuego. Sobre esta particular chimenea, llamada Aqueon, no existe tiro para que el humo escape puesto que, de hecho, durante la combustión no se generan subproductos como el monóxido de carbono, sino simplemente vapor de agua. El combustible empleado es simplemente agua del grifo (aunque va mejor si usamos agua destilada), que llega a través de una tubería a un depósito donde se le aplican 220 voltios de electricidad para que mediante electrólisis se divida en sus componentes básicos, oxígeno e hidrógeno.
Sin duda alguna el sueño de un alquimista medieval hecho realidad, la transfiguración del agua en fuego. Hoy por hoy, si consiguiéramos que la electricidad usada por el pebetero se obtuviese mediante fuentes renovables (eólica o solar) tendríamos una chimenea de diseño totalmente limpia, el sueño de un ecologista. Lamentablemente hablamos de un concepto del que solo existen prototipos, y por el momento no está en venta.
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