jueves, 24 de mayo de 2007

Nanorobots, ¿futuro o realidad inmediata?

Los nanomotores constituyen un interesante campo de investigación en nanotecnología. Se tratan de estructuras de escala nanométrica capaces de convertir energía química en trabajo o fuerza del orden de los piconewtons. Para ello, los científicos se han inspirado, una vez más, en la propia naturaleza. Encontramos ejemplos de nanomotores de gran belleza en bacterias flageladas. En estas bacterias se convierte la energía química almacenada en el ATP en trabajo mecánico. El diseño de nanomotores permitirá llegar más lejos y construir nanorobots, capaces de realizar toda una serie de funciones que incluso pueden llegar a ser terapéuticas, como por ejemplo el transporte por el organismo de fármacos y su dosificación en el lugar adecuado. En un trabajo publicado en 2005 por la revista Nature, científicos holandeses dieron a conocer el primer nanomotor rotatorio light-driven sujeto a una superficie sólida, una nanopartícula de oro. Desde entonces, la evolución de estos dispositivos han permitido hacer girar objetos de un tamaño 10.000 veces superior al del motor.

En cualquier caso, uno de los problemas que se plantean es el “encendido” y el “apagado” de estos nanomotores. Éstos deben estar acoplados a una fuente de energía y transformarla en energía mecánica de la forma más eficiente posible. Hay varias posibilidades, una de ellas sería aprovechar la energía desprendida en la formación de una aleación de estaño y cobre para impulsar así un nanomotor. El sistema tiene la misma relación potencia-peso que un coche. Otro de los problemas a los que se enfrenta la “nanorobótica” es la elevada relación superficie-volumen de los componentes; esto genera una elevada adherencia al material sobre el que rueda el robot, lo cual se traduce en una gran fricción y rozamiento que disipa energía. A escala macroscópica este tipo de inconvenientes se puede solucionar mediante el uso de lubricantes pero a la escala de los nanómetros la solución no es tan evidente. Se plantea, por tanto, una nueva rama de investigación encaminada a la obtención de lo que algunos ya han denominado “superlubricidad” que permita reducir al mínimo la disipación de energía como consecuencia del rozamiento. Para ello ya se han ido planteando algunas ideas que, desgraciadamente, son difícilmente aplicables en situaciones prácticas.

A pesar de toda esta serie de obstáculos, la nanorobótica avanza imparable y en un futuro no muy lejano empezará a dar resultados visibles. A día de hoy algunas de sus posibilidades parecen prácticamente de ciencia ficción Podría llegar el día en que para combatir una enfermedad tan sólo tengamos que tomar una cucharada de un líquido que contenga un ejército de nanorobots programados para entrar a las células y combatir los agentes causantes de la enfermedad. Incluso en terapia génica, los nanorobots podrían reparar genes defectuosos. Ciencia ficción o realidad próxima, veremos qué nos depara el futuro.

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